Hablar de Líbano es sin duda alguna una aventura repleta de historias, mitos y culturas de tantas antiguas civilizaciones que han pasado y vivido ininterrumpidamente en esta tierra sagrada y bella, pero también repleta de historias de guerras, sangre y conflictos que han enrumbado el camino de muchos ciudadanos hacia migraciones masivas a países que no tienen vínculo alguno con la cultura de nuestro país, ni con su habla, ni con su religión, para quitarse el trago amargo de los conflictos, de la diversidad cultural que caracteriza el país, que a veces es símbolo de orgullo y honor, pero otras muchas veces símbolo de sangre, miseria y discordia. Sea como sea esa aventura vista positiva o negativamente ha dejado una huella impresionante, una huella cultural a veces difícil de contar y practicar y a veces sencilla de transmitir y mostrar.
Lo cierto es que a pesar de tantas civilizaciones y pueblos hemos moldeado nuestra idiosincrasia a la convivencia armónica entre las 18 confesiones que destacan en el país a lo largo de todos los siglos. No ha habido fuerza alguna, poderes especiales, intentos malintencionados, desmembramientos y ataques que hayan podido desestabilizar esa convivencia que ha sido por siempre una característica por la cual hemos sido siempre envidiados.
Simplemente por ser esta tierra por donde el Señor Jesucristo caminó y realizó milagros, su primer milagro ocurrido en Qana al convertir el agua en vino, donde los templos, monasterios, capillas e iglesias y mezquitas parecen un museo abierto al cielo. Conventos incrustados en las montañas, santuarios dedicados a la Virgen María ubicados en medio de esta tierra a cientos de metros de altura difundiendo paz, amor, compasión y unión.
Líbano es cultura oriental impregnada de cultura occidental, una riqueza deslumbrante. Las tradiciones y costumbres varían entre sus pueblos y ciudades. Las confesiones religiosas existentes en el país moldean la mente y el trato de cada grupo, y no solo desde el punto de vista cultural, sino religioso, político, económico y hace que convivamos todo bajo la misma bandera. Los libaneses en su diversidad y confesiones múltiples somos ramas del mismo árbol que nació hace miles de años y sus raíces siguen bien plantadas con sus ramas mirando al Cielo.
Desconectados durante milenios las unas de las otras, las culturas orientales y occidentales han desarrollado cosmovisiones distintas en prácticamente cualquier aspecto de la existencia. Pero Líbano ha sabido edificar una sociedad basada en la convivencia armónica.
Así como dichas culturas se desconectaron, también se desconectaron familias enteras por las guerras que sacudieron Líbano, colocando a personas de la misma familia en lugares diferentes, otros se alejaron, otros cogieron sus maletas y aunque no se volvió a saber de algunos, otros tanto hoy destacan sus apellidos en cargos de altos rangos en los países de migración, en aquellos países que le abrieron las puertas cuando llegaron marginados y perseguidos por la guerra.
Es un placer destacar hoy el nombre de Luis Abinader de la localidad de Baskinta, a menos de una hora de la ciudad capitalina Beirut, libanés inmigrante y ciudadano de República Dominicana, que ha asumido hace poco la presidencia de ese país. Nos congratula a los libaneses y nos enorgullece la presencia de estas personas que nos hacen sentir que aunque han estado lejos de sus raíces por motivos diversos han dedicado su vida a enaltecer el nombre de su país y su origen desde lo más lejos. República dominicana le ha dado la oportunidad a más de un ciudadano de origen libanés para llevar el mando de su país, le ha dado un voto de confianza a esos libaneses inmigrantes que jamás podrán conseguir en su propio país.
Luis Abinader ha sustituido la tristeza que embarga el país que vive momentáneamente en una profunda crisis en todos los niveles. Un rayo de esperanza para los desesperanzados. Un rayo de luz para aquellos hundidos en la desesperación. Un rayo de valor y principio bien alto, y es una lástima que Luis Abinader ha tenido la oportunidad de hacer prosperar su segunda tierra de acogida en lugar de brillar en su tierra materna. Es una lástima tener que adaptarnos a nuestros líderes que están pegados en sus sillas desde hace décadas sin darle la oportunidad a nuevas generaciones, a nuevos ideales y nuevas visiones.
Los líderes libaneses que ocupan hoy los escaños y sillas gubernamentales han faltado el respeto a la lealtad, a la tierra que les dio luz e incluso a las confesiones religiosas que han hecho uso de ellas con el fin de provocar discordias en el país, mutilar la libertad y la vida digna, y amputar la prosperidad y el crecimiento.
Así como nos enorgullece el nombre de Luis Abi Nader como presidente de la República Dominicana, también nos enorgullece que lleves la sangre del País de Los Cedros repleta de intelecto, poder y sabiduría aunque sea representada fuera de la tierra libanesa. Seguramente prosperarán los dominicanos.